Saturday, September 13, 2008

y suena su latido a lluvia de ceniza en un desierto

Hola:

Ayer aniversario de nacimiento de Stanislaw Lem. Muy actual, ahora que se pone en marcha el Colisionador de Hadrones por toda su obra, pero especialmente sus “Fábulas para una era cibernética”. Hay que buscarlo, mientras, un fragmento de :

CIBERIADA: FABULAS PARA UNA ERA CIBERNETICA

" Los poetas organizaron inmediatamente varias reuniones de protesta, postulando el cierre y sellado de la máquina, pero, fuera de ellos, nadie se preocupo por los luctuosos incidentes. Bien al contrario, las redacciones de periódicos estaban muy satisfechas, puesto que el Electrobardo, escribiendo bajo miles de seudónimos, siempre tenía listo un poema de dimensión indicada para cada ocasión; su poesía circunstancial tenía tal calidad que los ciudadanos agotaban en unos momentos tirajes enteros: en las calles se veían rostros de expresión embelesada y soñadoras sonrisas, y se oían gentes sollozando calladamente. Todo el mundo conocía los poemas del Electrobardo, el ambiente ciudadano estaba saturado de preciosas rimas, y las naturalezas particularmente sensibles, alcanzadas por una metáfora o una asonancia especialmente lograda, incluso se desmayaban de impresión. El gigante de inspiración estaba preparado para estos trances, produciendo al acto una cantidad correspondiente de sonetos vivificadores. "

¿Que tal? Un Electrobardo. Podría pasar por Televisa o Teveazteca.

Pero mejor leamos fragmentos de otro bardo, Octavio Paz, este si, de carne y hueso:

EL MURO

Deja que te recuerde o que te sueñe,
amor, mentira cierta y ya vivida,
más que por los sentidos, por el alma.

Atrás de la memoria, en ese limbo
donde recuerdos, músicas, deseos,
sueñan su renacer en esculturas (...)

Cierro los ojos, nacen dichas, goces,
bahías de hermosura, eternidades
sustraídas, fluir vivo de imágenes,
delicias desatadas, pleamar,
ocio que colma el pecho de abandono
como el brillo de un ala anega el ojo
de dichas amarillas, instantáneas (...)

¡Dichas, días como alas de suspiro,
leves como la sombra de los pájaros!
Y su quebrada voz abre mi pecho
un ciego paraíso, una agonía,
el recordado infierno de unos labios (…)

Más cierra el paso un muro y toda cesa.
Mi corazón a oscuras late y llama;
con puño ciego y árido golpea
la sorda piedra y suena su latido
a lluvia de ceniza en un desierto.

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