Wednesday, November 7, 2007

Lo he ensopado con la manguera

Hola:

Hoy es aniversario del nacimiento de Alber Camus, el premio Nòbel naciò en Argel en 1913. La mejor manera de recordarlo es releer estos fragmentos de:

LA PESTE

" La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra?. El cambio de estaciones sólo se puede notar en el cielo. La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen a vender los muchachos de los alrededores; una primavera que venden en los mercados.
(...)
Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.
(...)
La felicidad llegaba a toda marcha, el acontecimiento iba más deprisa que el deseo. Rambert sabía que todo iba a serle devuelto de golpe y que la alegría es una quemadura que no se saborea. "

Y con una mezcla de gusto y tristeza descubrì a Olga Nolla, poeta puertoriqueña nacida en 1938 y recomendada por Hugo Gutierrez Vega en su Bazar de Asombros de La Jornada. Gusto por leer sus poemas y tristeza porque muriò hace unos años. De ella les mando:

Y ME ENCOGI DE HOMBROS

Hoy a las dos y treinta de la tarde
el patio de atrás de mi jardín en ruinas
era el paraíso que menciona La Biblia.
No tuve duda dello
al sentir las caricias de la brisa y del sol
sobre mis brazos y espalda.
Los pájaros cantaban en lo alto de los árboles
y las flores lucían sus colores
pavoneándose.
Al acercármeles las lagartijas no huían.
Me miraban más bien estupefactas,
casi desafiantes.
No titubeé en probar la manzana madura
que el Diablo me ofrecía.
Lo vi llegar vestido de cantante de rap:
pantalones a la rodilla y tenis,
gorra con visera hacia atrás.
No tuve miedo.
Era tan dulce su sonrisa y era
tan simpática.
Otras veces lo he odiado.
Le he tirado piedras.
Lo he ensopado con la manguera
y lo he perseguido con la escoba.
Pero hoy un día jueves del mes de mayo
mi patio era un sueño que se imponía al mundo
y los copos de luz cubrían las hojas;
los muros derruídos
quedaban traspasados por sus rayos
infinitamente frágiles.


Miré al diablo y no quise
agredirlo de nuevo.
Acepté la manzana, que era roja
igual que nos la ilustran los pintores
del Renacimiento europeo.
La probé y era suave
y tuve pena
del Diablo y su destino.
Todo lo que él quería que yo hiciera
me parecía aburrido.
Nada podía comparárse a la luz y a la brisa
entretejidas sobre mi piel,
hoy a las dos y treinta de la tarde
en mi jardín cerrado entre muros antiguos.
Lo miré tristemente y me encogí de hombros
y él se fue maldiciendo calle abajo
con el rabo metido entre las patas.

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